martes, 13 de mayo de 2008

Violencia: vitamina para los nervios

Ayer tomé mi primera clase del curso "Violencia y carne", que ofrece la Universidad del Sagrado Corazón a nivel graduado. Es la primera clase en el tiempo que llevo tomando mis cursos de maestría que es tan activa y que me siento intimidada por mis compañeros. Hubo un comentario, de un compañero, de quien no recuerdo su nombre, que comentó que todo aquello que trata de romper con el status quo de una sociedad en particular es lo que gesta violencia. En ese momento pensé que ya no había más de que hablar en la clase. Me pareció casi una Ley, ya que las leyes se convierten en lo que son después de ser sometidas a pruebas una y otra vez. Y decir que la violencia es causada por todo aquéllo que amenaza con establecer nuevas normas (no importa cuan indefenso parezca) es una aseveración que la historia misma ha probado.

Antes de haber leído Ante el dolor de los demás (Regarding the pain of others), de Susan Sontag, me cuestionaba el uso de imágenes violentas en los medios de comunicación y luego de leerlo, más empecé a cuestionarlo. Pero, después de haber estado cuatro años en el ejército, dos de esos años en Irak, un año entero entrenando sólo para ir al Medio Oriente y parte de ese tiempo alejada de mi hija de menos de un año de nacida, decidí alejarme de todo aquéllo que fuese violento. Tomé esta desición, no sólo dizque por mi bienestar, pero pensé que era lo más saludable para mis hijos. Ahora mismo me cuestiono si fue una desición inteligente.

Sin duda alguna vivimos en una sociedad violenta. Han muerto menos de 100 puertorriqueños en la guerra en Irak que empezó en 2003, y en la Isla, el número de muertes violentas ya sobrepasa los 300 y apenas estamos en mayo. Así que la falta de sensibilidad a la violencia parece ser una necesidad para aguantar las noticias que nos llegan todos los días.
Mi estrategia de alejarme de todo aquéllo que contenga violencia, sólo me ha convertido en un ser débil que ni siquiera puede soportar las imágenes y la información que nos llegan sobre la tragedia que acaba de ocurrir en China. Las imágenes de padres buscando socorro para sus hijos es suficiente para desgarrarme y no querer leer una sola palabra más sobre ese terremoto.
Lo difícil de enajenarse de este tipo de información es que no es fácil volver a endurecerse. Una vez que se pierden las defensas no es fácil volver a adquirirlas, porque ver imágenes de dolor se convierte en una tortura . Pero es una necesidad, aunque me pregunto si estos visuales, no importa cuán morbosas sean pueden preparar a un sujeto para el dolor real.

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