martes, 21 de abril de 2009

Consumiendo al amor

La crisis económica por la que Estados Unidos y otros países están pasando ha llevado a los economistas a romperse la cabeza y debatirse entre aplicar las estrategias de la economía neo-keynesiana, la economía neo-clásica de Adam Smith, o si optar por la síntesis neoclásica, con el temor de que quizás ninguna funcione. Las consecuencias del despilfarro, para bien o para mal, carecen de precedentes y nos han dejado sin un plan claro para encararlas.

Negocios pequeños están formando cooperativas para sobrevivir en el país Vasco. Más y más ciudades en los Estados Unidos están optando por el uso de una moneda local. Según un reportaje de la revista Time (Poniewozik, 2009) , el por ciento de televidentes durante prime time en CBS era de un 75% en 1952. Para 2002 el porciento de televidentes bajó a un 22%. Así que Internet, a pesar de su utilidad, es otro factor independiente que exacerba el problema .

Le quiebra de los periódicos impresos está atada a dos variables: una baja en la audiencia del papel y la crisis económica. La venta de libros ha aumentado y la industria del cine está boyante. En una crisis económica de proporciones astronómicas en que el comportamiento de los consumidores está lejos de lo predecible, son las industrias menos pensadas las que han salido a flote.

Según la revista The Economist (2009), a pesar de la magnitud de la recesión al punto de afectar industrias que se pensaban indestructibles y perennes, hay otras que están mejor que nunca antes. Entre las industrias que se han beneficiado a pesar los estragos de la recesión, son los websites de online dating los que han experimentado un alza en las subscripciones a sus páginas. En el caso de OkCupid.com no es difícil entender el aumento en suscripciones, pues el servicio es gratuito. Sin embargo, Eharmony.com cobra $59 al mes o $255 al año por facilitar el proceso de conseguir una pareja duradera.

La idea de buscar pareja a través de Internet es casi tan vieja como el momento en que este medio se hizo popular en las masas. Además, el tema de la dependencia de Internet para establecer nuevas relaciones sociales o mantener las ya existentes tampoco es nuevo. Pero el hecho de que exista la disponibilidad para pagar por algo que siempre se ha podido conseguir gratis me lleva a cuestionar hasta dónde puede llegar el consumismo global, que millones de personas pueden ser persuadidas con publicidad a depender de dichos servicios en línea. Al mismo tiempo, estas persona son disuadidas de establecer vínculos sociales sin la necesidad de un mediador.

Aunque la economía y el comportamiento social y de los individuas no se pueden desligar uno del otro, al mismo tiempo, tratar de entender por qué un individuo invierte $59 en eHarmony aunque su casa vaya a ser reposeída parece ser una labor infinita. El reportaje (Connecting Up, 2009) presenta varias hipótesis improbables tales como “it may be that people have more time to devote to their private lives as the economy slows; that uncertain times increase the desire for companionship; or that living alone is expensive.” (Connecting Up, 2009, 76)

Es importante puntualizar que el reportaje (The Economist, 2009) falla en decir si las personas que se han suscrito ha estos servicios se encuentran en un mala situación financiera. Pero sean cual sean las razones, existe una relación entre dos variables que se mencionan con claridad en el título del artículo “prosperidad” en medio de una “recesión” y no cualquier recesión, sino que es la peor que se ha visto desde La Gran Depresión. La durabilidad tiene un valor y ellos argumentan que las relaciones establecidas a través de su página garantizan la msima, contrario a la relación que se establezca en cualquier otro website gratuito o inclusive si se conoce a la persona sin computadoras que funcionen como celestinas.

Este establecimiento de relaciones entre variables parece un hallazgo trascendental que parece ser un argumento válido al consumismo desmedido que reina en la psiquis de los individuos en tiempos de crisis, pero a la misma vez peca de simplista al fallar el estudio de múltiples variables que pueden incidir en dicho aumento en inversiones para la búsqueda de amor. Tal parece como si los años de gastar dinero en frivolidades estuviesen tatuados en nuestra materia gris al punto de hacernos consumidores irresponsables. Como si hubiésemos llegado incluso a rechazar el disfrute de la sociabilidad inmediata para subyugarnos a depender de tecnologías que sustituyan al sujeto, y a la misma vez, nos ofrecen alternativas virtuales al disfrute de la proximidad de los cuerpos.

La simplicidad con que se tratan las variables “prosperidad” versus “recesión“ , es una falacia de composición que parte de la premisa que las circunstancias de los más afectados por esta economía infame aplican a todos los usuarios de los servicios de online dating. Ahora, aunque se obvien las circunstancias económicas de los usuarios que buscan encontrar una pareja duradera por Internet, no deja de ser intrigante que los individuos paguen por los mismos.

El hecho de que se desnaturalice un proceso instintivo, convirtiéndolo en una transacción que involucra dinero, indica una adicción al consumo de lo que sea, incluso aquello que no parece tener el mérito de estar en venta. Así sea por la necesidad de entrar en una relación de negocios con la pareja en el campo de las economías simbólicas que propone Marysia Lewoandoska y Neil Cumming cuando hablan de “the reduction of all exchange to financial calculation - through the radicality of love.” (Cox, G., Krysa, J., & Lewin, A., 2005) eHarmony.com es como una cuenta de inversiones donde un corredor de bolsa desconocido invierte en el mejor postor. Esta inversión que conlleva el intercambio de productos emocionales tiene el riesgo de que ese cúmulo de amores y actos que se espera sean reciprocados se vaya a pérdida.

De hecho, el éxito de estos servicios en línea también estriba en la minimización del tanteo y error que implican las relaciones interpersonales. Es como un supermercado virtual donde se puede ir de góndola en góndola leyendo los datos personales de cada persona, como si fuesen los datos nutricionales en un TV dinner, escritos por el mismo contenido que está dentro de la caja. Este tipo de servicio y sus usuarios pierden de perspectiva que la descripción de cada sujeto es todo lo bueno que cada ser humano percibe de sí mismo. Sin embargo, es esta descripción subjetiva y la garantía de que una fórmula matemática va a evaluar dicha información lo que determina el éxito de esta industria del amor. La matematización del amor requiere de estrategias complejas de cuantificación, que al fin y al cabo simplifican al sujeto y sus dispositivos que son mucho más que una mera ecuación.

Me parece que esta simplificación del sujeto y sus dispositivos a través de un algoritmo es lo que Agamben llama un proceso de desubjetivación.

“Creo que en confrontación con los dispositivos metropolitanos solo será posible cuando penetremos de un modo más articulado, más profundo de los procesos de subjetivación que la metrópolis implica. Porque creo que el resultado de los conflictos dependerá de la capacidad para actuar e intervenir en los procesos de subjetivación , con el fin de alcanzar ese momento que yo llamaría el punto de ingobernabilidad.” (Agamben, 2006)

Debo aclarar que no creo que se desubjetive al sujeto en sí, porque es imposible, pero los usuarios de eHarmony.com, pagan porque se venda una identidad fragmentada, pedazos, variables en una ecuación que es igual a un ser gobernable, cuantificable y que carece de dispositivos que lo hacen único. La ecuación para ese ente que representa a un humano es mejor que el sujeto en sí porque todos los defectos se quedaron en la carne.


Referencias
Agamben (2006) Metrópolis. Nomad University.
Connecting up: Online-dating websites prosper in recession (2009, March 28th - April 3rd). The Economist,79.
Poniewoski, J. (2009, abril 6). Here’s to the Death of Broadcst. Time, 61-62.

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